Atrás han quedado los tiempos en los que alguien, cuando encontraba un maestro, se quedaba con este varios años para aprender de él. No solo ha ocurrido en el contexto del yoga y la meditación, sino también en los oficios y en las artes. Antes era muy fácil saber quién o quiénes eran nuestros maestros y a qué linaje pertenecíamos.

Hoy en día lo más común es ir de una actividad a otra, de una profesora a otra, de un retiro de unos días a otro o de un curso de unas cuantas horas a otro. Me parece que esto hace más difícil que desarrollemos un sentimiento de pertenencia (no confundir con exclusividad) y hace que muchas veces no seamos conscientes de nuestro linaje, de nuestras raíces, de nuestras influencias.

En la actualidad, nuestros maestros no tienen por qué acompañarnos siempre en carne y hueso. Podemos aprender a través de libros, vídeos y audios también. Aunque creo que esto no puede igualarse a la presencia de un ser humano que encarne lo que aspiramos a aprender y a ser, sí que opino que pueden ser influencias e inspiraciones muy importantes.

Hoy te propongo un ejercicio para que puedas visualizar tu linaje, aunque creas que no tienes uno. Porque ninguna de las ideas que tienes o las cosas que haces son completamente una originalidad tuya; todas las has copiado (aunque sea de manera inconsciente) o tienen su semilla en algo que te ha dado otra persona.

Para empezar, coge papel y lápiz, literalmente, no el móvil ni el ordenador. Ahora piensa en profesores que hayas conocido y de los que hayas aprendido en persona. ¿Cuáles son los que realmente admiras? Apúntalos en el papel. Piensa después en algún maestro o maestra cuyos libros te hayan resultado fascinantes; a lo mejor alguien que consideras probable que se haya iluminado o esté cerca de ello. Escribe también su nombre. Deja que venga a la mente algún pensador, escritor, artista, activista o alguien que tengas como modelo, aunque no sea del mundo «espiritual», y añádelo a la lista. Por último, ¿hay alguien que forme parte de tu vida cotidiana que te inspire? Alguien que veas a diario, o con quien hables al menos una vez a la semana o, como mínimo, una vez al mes.

Tu linaje

Con esos nombres que has apuntado puedes dibujar el árbol genealógico de tu linaje, aunque si has escrito nombres en todas las categorías que he mencionado, verás que perteneces, al menos parcialmente, a varios linajes. Párate un momento a pensar por qué son tus modelos. ¿Tienen alguna cualidad en común? ¿Qué tienes en común tú con ellos?

De esas personas, elige una, y aprende todo lo que puedas de esa persona. Si está viva, ve a sus clases, cursos, retiros (puedes hacer este otro ejercicio después de ellos). Pregúntale directamente quiénes son sus referentes, quién le ha inspirado, de quién ha aprendido (siempre me ha dado mala espina la gente que no quiere compartir quiénes han sido sus maestros). Si no vive o no la puedes tener presente, lee y aprende todo lo que puedas de esa persona. Una vez te hayas empapado de ella, intenta encontrar de una a tres personas que hayan sido sus principales influencias, para así poder expandir esa rama de tu árbol genealógico al menos una generación.

Una vez hecho esto, elige otra persona de ese árbol genealógico y repite el proceso. Puede ser una de las que apuntaste originalmente, o un brote de esa última rama que ha crecido. Así, en distintas direcciones, verás cómo crece tu árbol genealógico. Cada una de esas ramas es un linaje, porque puedes pertenecer al mismo tiempo a un linaje familiar, a otro religioso o espiritual, a uno artístico… De hecho, es posible que algunos de tus linajes, aunque al principio surjan separados, se unan en algún momento.

Cuando hayas profundizado en tus raíces y te hayas nutrido de ellas, lo que te han aportado se transformará dentro de ti. Que se transforme no significa que pierda su esencia, simplemente será expresado y encarnado a través de ti de manera única. Y cuando lo compartas, porque siempre estás compartiendo lo que eres con aquello en lo que estás en contacto, estará creciendo la rama de tu propio linaje.