Aprendiendo de las clases de yoga
Todos aprendemos de las personas que nos rodean, es algo natural; es la primera forma en la que aprendemos cuando somos pequeños, cuando no sabemos hablar, ni leer ni escribir, y nos queda todo por aprender.
Cuando vamos a clases de yoga, también aprendemos. Aunque no queramos. Porque en cualquier materia hay alumnos que tienen un especial interés en aprender, en absorber conocimiento, y otros cuyo interés es practicar y no le dan muchas vueltas a quedarse con la teoría. Pero aun así, con la práctica, esta se vuelve conocimiento integrado, sin apenas esfuerzo y casi sin darnos cuenta.
Hoy os propongo un ejercicio que os puede ayudar especialmente si queréis ser profesores en el futuro, aunque también os puede aportar para desarrollar vuestra propia práctica personal, aunque no tengáis intenciones de enseñar, y es igualmente útil para elegir un profesor de yoga si estás en el proceso de buscar uno, ya sea para ir a clase regularmente o para hacer un curso de formación.
Si practicáis un estilo o linaje determinado de yoga y/o meditación, tomad 5 clases con profesores diferentes dentro de ese estilo o linaje. Además, tomad 5 clases con profesores diferentes de otros estilos o linajes. Al finalizar cada una de esas clases, mientras tomáis un café tranquilamente, sentaos a escribir lo que os ha gustado, tanto de la clase como del profesor o profesora, y lo que no os ha gustado y cómo se podría mejorar. Cómo el profesor entró en el espacio, cómo recibía y trataba a los alumnos antes de la clase, la secuencia, los ajustes, su lenguaje, cómo gestionaba el espacio; ¿se movía por la sala?, ¿demostraba las posturas?, cómo te sentías mental y físicamente antes y después de la clase… Apunta cualquier cosa que te llamara la atención o resonara especialmente contigo, con tus gustos, estilo, personalidad y valores.
Este ejercicio nos puede ayudar a ser más conscientes tanto de las cosas que valoramos y queremos que siempre estén presentes en nuestros profesores, como de aquellas que no queremos imitar, que insultan nuestros principios. Porque, al igual que cuando somos pequeños aprendemos de manera automática por imitación, de adultos esto puede pasar también sin que nos demos cuenta, y que no todo lo que aprendamos de esa manera sea bueno.
Nos ayuda a darnos cuenta de las cosas concretas que queremos añadir a nuestra práctica, de los efectos que tienen en nuestro cuerpo y nuestra mente determinadas secuencias, ejercicios o posturas. Y hace que, poco a poco, cogiendo de aquí y de allá, vayamos completando el puzle de nuestro propio yoga. Porque yoga, para ti, solo hay uno: el tuyo.
Espero que te sirva.