Los hábitos de un buscador
Todas las tardes, antes de meditar en grupo, realizamos el canto de metta (amor incondicional). No es solo sensiblería inútil, sino que es parte de la motivación fundamental que nos lleva a nuestra práctica: que yo sea feliz.
No estamos hablando de cualquier tipo de felicidad. Queremos la verdadera felicidad. Por eso estamos aquí; habiendo visto el tipo de felicidad que el mundo exterior nos ofrece, y dándonos cuenta de que no nos produce verdadera satisfacción, que no permanece con nosotros. Queremos una felicidad que permanezca, una felicidad que no esté sujeta al cambio ni al tiempo. Y solo hay un lugar donde podemos encontrar ese tipo de felicidad: cuando miramos a nuestra mente.
Es por eso por lo que meditamos; es por eso que entrenamos nuestra mente. Una parte importante de la meditación, del entrenamiento, es preparar la mente mediante la manera en la que conducimos nuestras vidas. Tenemos que construir buenos hábitos externos, y estos empezarán a mostrarse en nuestro interior.
Ese es el motivo por el cual el Buda comienza con los preceptos, enseñándonos a ser muy cuidadosos con el impacto de nuestras acciones; las cosas que hacemos, las cosas que decimos. Asegurándonos de que no hacen daño ni mal a nadie. Esto requiere que seamos realmente cuidadosos con nuestras intenciones, porque los preceptos están diseñados en base a las intenciones.
Por ejemplo, el precepto de no matar: si sucede que pisas una hormiga sin querer, sin darte cuenta de ello, o sin la idea de planear matarla, no has roto el precepto. Eso significa que el foco está más puesto en la intención como causa de la acción, como fuente de aquello con lo que tienes que tener cuidado dentro de la acción. Esto empieza a poner tu atención en lo que es realmente importante en tu vida: las intenciones que dan forma a lo que haces. Porque lo que pretendes hacer, a su vez, da forma a tus experiencias.
Si no eres hábil, puede convertirse en una espiral descendente. Así que tienes que mirar bien a tu vida para ver qué partes de ella son contrarias a la meditación y rectificarlas. Ajustarlas para que estén más en consonancia con lo que pretendes hacer aquí.
Además de los preceptos, el Buda habla de principios generales en la acción, principios generales de comportamiento: por ejemplo, la honradez, ser enérgico, poner esfuerzo extra en lo que haces para asegurarte de que lo haces correctamente, y no simplemente esperar que puedas salir del paso con el mínimo esfuerzo. Si adoptas ese último tipo de actitud, empezará a aparecer en tu meditación. Cuando surja un problema en la meditación, tomarás la opción que requiera menos esfuerzo. Así que tienes que observar los hábitos que estás desarrollando, por encima y más allá de los preceptos, para ver cuáles te llevan a la práctica y cuáles no. Después de todo, es la misma mente. La mente que está aquí meditando ahora mismo es la misma mente que da las órdenes cuando estás interactuando entre la gente.
Así que quieres asegurarte de que tus hábitos están en línea con el hecho de que eres un meditador, que practicas el entrenamiento de la mente. Todo debe ir orientado hacia esa meta: ¿qué es la verdadera felicidad? No solo pequeños trozos de bienestar aquí y allá que luego se transforman en otra cosa. Quieres algo realmente sólido, lo que significa que tienes que tener solidez en tu comportamiento.
Una vez que miras a tu vida y puedes ver que sí, que muestra solidez, entonces ves que eres fiable, responsable; todas esas virtudes que no suelen atraer los focos pero que proveen unos buenos cimientos para la práctica. Entonces encuentras que es mucho más fácil calmarte y conseguir buenos resultados de la acción de sentarte aquí a concentrarte en la respiración y mantener tu mente en ella.
Porque los hábitos que desarrollas fuera están presentes aquí mismo. Desarrollamos los hábitos de la atención plena, de mantenernos despiertos, alerta, y lo que el Buda llamó «ardor». En otras palabras, estás intentando de verdad mejorar las cualidades de tu mente, porque es mediante estas cualidades de la mente que el entrenamiento marca la diferencia.
Es interesante que, cuando el Buda se acercaba al fin de su vida y dio un resumen de sus enseñanzas importantes, todas trataban de las cualidades mentales. No dijo que tuviéramos que creer en nada por encima o más allá del principio del poder de nuestras acciones. No les dijo a sus seguidores «tenéis que creer que la Tierra es redonda» o «el universo es infinito» o «el universo es finito» o «está hecho de átomos» ni nada de eso. La práctica está completamente basada en las cualidades mentales: quieres desarrollar convicción, persistencia, sati, concentración, discernimiento. Trabaja en esas cualidades y, a medida que trabajes en ellas, empezarán a marcar la diferencia.
De forma que mientras estás sentado aquí meditando no significa que estés esperando a que algo baje del cielo y te toque en la cabeza, o que de alguna manera las cosas al final encajen sin que tengas que hacer nada, sin que tengas que prestar atención. Tienes que prestar atención; tienes que hacer la meditación.
Y es un hacer. Es sutil, es refinado, pero hay un hacer ahí. Cuanto más seas consciente de lo que estás haciendo, más estarás en el sendero hacia el despertar.
Este es un aspecto de la mente que tendemos a dejar en la sombra, así que tenemos que sacarlo a la luz. Ten muy claro lo que estás haciendo: cómo te enfocas en la respiración, cómo se siente la respiración. Nota cuándo la mente se separa de la respiración, cuándo empieza a prepararse para abandonarla. Cuando empieza a asentarse, nota cómo se asienta, las diferentes formas en que puede asentarse.
Todas estas son cosas de las que debes estar pendiente: cosas que hacen que tu lucidez sea mucho más clara, más alerta acerca de lo que está pasando. De esa manera, tu lucidez se convierte en una mejor herramienta.
Todo esto que el Buda enseña son herramientas. Las cuatro nobles verdades son herramientas. Las enseñanzas sobre la virtud, la concentración y el discernimiento también son herramientas.
Es interesante que cuando habla de su despertar, dice que cierto conocimiento surge, pero igualmente, el conocimiento que adquirió durante su despertar lo usó como herramienta para liberar la mente. Así es como declaró no estar anclado a puntos de vista particulares. Dicho de otro modo, usó puntos de vista, usó el conocimiento, como herramientas. Pero se dio cuenta de que eso no era la esencia de su despertar, era el medio para su despertar. La mente despierta en sí misma, la mente liberada: eso era lo que yacía en la esencia.
Por lo que aquí estamos trabajando en las herramientas, desarrollando habilidad usando nuestras herramientas: las cualidades mentales sobre las que trabajamos. Aprende a usar la respiración como herramienta, aprende a usar las sensaciones de placer y dolor según surgen en tu meditación; aprende a usar esas herramientas también.
Tendemos a pensar en el dolor como algo de lo que debemos huir, y el placer como algo a lo que aferrarnos, como fin de y en sí mismo. Pero, probablemente, una de las más revolucionarias enseñanzas del Buda fue usarlos como herramientas.
El placer que proviene de tu meditación: cuando la mente empieza finalmente a asentarse, se hace más y más firme en su concentración, el hecho de que se siente bien hace que parte de tu voluntad quiera aferrarse a él. Es algo que está bien al principio, pero pasado un tiempo empiezas a darte cuenta: «De acuerdo, hay una utilidad para esto. No es simplemente un lugar para pasar el rato. La mente concentrada es un buen lugar para empezar a ver más profundamente en los procesos de la mente».
Estas sensaciones de bienestar, a veces de gozo, también se vuelven herramientas. E incluso la revelación sobre las cuatro nobles verdades: eso al final también es una herramienta, una manera de ver las cosas que te ayuda a liberarte de los apegos.
De manera que esta es en gran parte una práctica que «se hace», pero es un hacer muy sutil. Comienza en tus acciones externas y se traslada a las acciones de la mente, para finalmente posarse sobre el asunto verdaderamente importante: cómo la mente hace cosas que le causan sufrimiento a sí misma: un sufrimiento que no es necesario. Un estrés, una tensión, un dolor, que realmente no son necesarios.
Cuando aprendes a ver a través de esos hábitos y abandonarlos, es cuando la práctica muestra sus verdaderos resultados. Y es entonces cuando verdaderamente estás mostrando amor hacia ti mismo. Porque, hasta ese momento, todavía te estás haciendo sufrir en modos que no deberías. Hasta que no usas la virtud, la concentración y el discernimiento como herramientas para descubrir por qué esto sucede, de manera que puedes ver por ti mismo que no tienes porqué identificarte con ciertos patrones, seguirás estancado. Es siempre asombroso darse cuenta de cómo algunas veces hay una parte de ti que no sabría quién eres sin patrones realmente negativos en tu mente. Te sentirías perdido sin ellos. Bueno, ¿y por qué pasa eso?
La virtud, la concentración y el discernimiento son las herramientas para descubrirlo. Y, como con cualquier herramienta, cuanto más trabajas con ellas, más hábil te vuelves en su manejo. Cuanto más hábil, más eres capaz de ver.
Aunque esto requiera trabajo, y a menudo requiera también mucho, mucho esfuerzo, aun así merece la pena. Y todo ello es una forma de demostrarte verdadero amor y compasión a ti mismo. Recuérdalo siempre, que esa es la motivación para hacer lo que hacemos aquí.
El budismo es la seria búsqueda de la verdadera felicidad, con énfasis en seria y verdadera.