Observar la respiración es una de las formas de meditación más simples que, a simple vista, nos podemos encontrar. También puede que sea la más universal, siendo común a muchas culturas, religiones y prácticas.

A pesar de su aparente sencillez, el cómo y el dónde observemos la respiración cuando meditamos pueden influir de gran manera en los frutos que obtengamos de nuestra práctica.

Aunque hay numerosas maneras de hacerlo, hoy os voy a comentar tres de las más frecuentes (y más usadas al comenzar la práctica de la meditación) y sus ventajas e inconvenientes:

Seguir la respiración

De esta forma, lo que hacemos es seguir las sensaciones de la respiración a medida que entra y sale de nuestro cuerpo. Cuando el aire entre, seremos conscientes de la respiración desde el primer punto donde notemos la entrada del aire (puede que en el borde exterior o dentro de las fosas nasales) hasta el punto donde notemos que termina (normalmente alguna zona del abdomen). Cuando el aire salga, seremos conscientes de la respiración al contrario: desde el punto más interno hasta el punto más externo. De manera que seremos conscientes de las sensaciones de la respiración en esos dos puntos y a lo largo de todo el recorrido entre ambos.

Hay gente que se imagina ese recorrido y le resulta más fácil mantener la concentración así. En mi opinión, no deberíamos crear una imagen mental a nuestra voluntad, ya que esa no es la verdadera realidad de nuestra experiencia. Sin embargo, si nuestra mente crea una imagen visual de ese trayecto directamente formada por las sensaciones de nuestra respiración, creo que no hay problema.

La ventaja de seguir la respiración es que es una meditación más activa, y en la que siempre vamos a tener sensaciones para observar, de manera que es más probable lograr continuidad y aumentar nuestra concentración.

El inconveniente es que, al no estabilizar la atención en un punto, sino moverla continuamente, el grado máximo de concentración que podemos alcanzar es limitado. Es por ello que la considero una buena forma para practicar al principio, pero al cabo de un tiempo, cuando la mente se haya empezado a estabilizar, sería mejor pasar a observar la respiración en un punto concreto.

Observar la respiración en el abdomen

Dónde observar la respiración cuando meditamos

Una zona muy usada para observar las sensaciones de la respiración es el abdomen. Suele ser fácil notar la respiración en el abdomen, de manera que el objeto de meditación es bastante tangible. Sin embargo, algunas personas no notan que el aire llegue al abdomen cuando respiran. Si os sucede esto, se me ocurren un par de caminos a seguir:

El primero es mantener una atención relativamente abierta, en la cual seamos conscientes de las sensaciones en el lugar donde la respiración sea más evidente y, al mismo tiempo, de las sensaciones en el abdomen. Tras un tiempo observando, es posible que sigamos sin notar que el aire llega al abdomen, pero nos demos cuenta de que ciertas sensaciones en el abdomen cambian con la respiración; de manera que podemos ser conscientes de esas sensaciones, que hemos descubierto están ligadas a la respiración, aunque no parezca que la respiración llega hasta ahí.

Otra opción sería reeducar nuestra respiración, algo que va mucho más allá del objetivo de esta entrada, ya que hay numerosos motivos por los que puede que no notemos la respiración en el abdomen, cada uno de ellos con sus diferentes y respectivas soluciones.

Observar la respiración en las fosas nasales

Quizá la opción más frecuentemente enseñada sea observar la respiración en la entrada de la nariz; las fosas nasales. Aquí la respiración suele ser más sutil que en el abdomen, de manera que nuestra mente debe ser más sensible y estar más atenta para percibirla. Esto hace que el observar la respiración en las fosas nasales tienda a afilar más nuestra atención y hacer más profunda la concentración.

La contrapartida a esta sutileza es que puede ser difícil percibir la respiración en esta zona. Si no notamos nada, o si notamos el aire muy dentro de las fosas nasales en lugar de a la entrada, hay dos prácticas que nos pueden ayudar a desarrollar nuestra sensibilidad.

Una opción es practicar el primer ejercicio mencionado en este artículo, el seguir la respiración. Puede que al principio el punto más externo lo notemos alejado de la entrada de la nariz, y se sitúe más bien en la parte superior de las fosas nasales. Pero si continuamos practicando el seguir la respiración, seguramente iremos viendo como ese punto más externo se va moviendo, acercándose cada vez más al borde exterior de las fosas nasales.

Otro ejercicio que nos permite desarrollar nuestra sensibilidad en esa zona es observar las sensaciones de la respiración en una fosa nasal cada vez, mientras practicamos la respiración alterna.