La sabiduría popular tibetana nos dice que debemos vivir a tres valles de distancia de nuestro maestro. Suficientemente cerca para poder recibir las enseñanzas y, al mismo tiempo, lo bastante lejos para no vernos absorbidos por la infraestructura, la política y las disputas que suelen rodearles, especialmente si son famosos. También para evitar verlos en su día a día, en un contexto ordinario donde pudiéramos ver sus faltas, ya fueran realmente las del maestro o el resultado de nuestras propias proyecciones. Creo que esta última es la manera más frecuente de interpretar el dicho.
En mi opinión hay otra ventaja muy grande en el hecho de que el acceso a nuestro maestro sea limitado: que aprendamos a no ser totalmente dependientes de esa persona. Si me surge un problema o una pregunta y no me cuesta nada consultar con alguien que sabe más que yo, es fácil que siempre recurra a otro para solucionar mis problemas. Sin embargo, si sé que tengo que esperar una semana o un mes para ver a mi maestro, entonces tengo que lidiar todo ese tiempo con el problema/pregunta o tengo que intentar encontrar una solución/respuesta por mí mismo. Si me decido por lo segundo, es probable que llegado el momento de ver a mi maestro ya no tenga nada que preguntarle.
Es mi impresión que en nuestra sociedad estamos cada vez menos acostumbrados a intentar resolver los problemas por nosotros mismos, y somos cada vez más dependientes de una autoridad externa. En estos tiempos da igual que nuestro maestro viva a tres valles de distancia; le puedo llamar por teléfono, escribir un email, o consultar en su lugar al omnisciente Google o al gurú YouTube. La consecuencia de esto son personas con escasos recursos, nula creatividad y poca autoestima. Incluso aunque acumulemos mucho conocimiento, si no intentamos usarlo de manera práctica sin la guía de un maestro, de poco nos va a servir.
Por el contrario, si intento buscar mis propias soluciones, desarrollaré mi capacidad para resolver problemas, mi creatividad, y haré uso de conocimientos previos que integraré de manera más profunda. Es posible que encuentre numerosas soluciones fallidas, pero eso me permite aprender de mis errores, que es la mejor y más antigua forma de aprendizaje. Y me permitirá también en el futuro, si llego a enseñar a otras personas, saber por experiencia propia si algo que están haciendo mis alumnos les va a llevar por el camino equivocado.
Por supuesto que no hay nada de malo en consultar con nuestro maestro, porque para eso está, entre otras cosas. Pero mejor si mantenemos entre él y nosotros una distancia saludable, tanto en sentido literal como figurado. Por ejemplo, tres valles de distancia.
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