Cuando nuestros pies pasan tanto tiempo cómodamente ocultos en zapatos y calcetines es fácil olvidar lo valiosos que son. Puede que sean la parte del cuerpo más alejada de la cabeza, pero son de vital importancia para esta. A pesar de lo extraño que pueda sonar, aun siendo evidentemente lógico, nuestros pies no evolucionaron para que los zapatos los dejaran «sordos».
Antes de esforzarnos duramente por arreglar un cuerpo, cuando en realidad a menudo no hay nada de malo en él, puede ser más útil comprobar cómo nos relacionamos con el mundo. Imagina el impacto que tendría en tus relaciones ir con los dedos tapando tus oídos la mayor parte del tiempo. Hablar sin escuchar. Imagínalo, ¿qué harían las otras personas? ¿Cómo puede tu cuerpo responder si no sabe dónde está?
Hay dos maneras de que tus pies, y por consiguiente tu cuerpo entero, puedan relacionarse con el entorno. Una es tocar el suelo, y la otra es ser tocados, recibir la impresión del suelo en nuestro cuerpo. A este segundo tipo lo llamamos «pies posturales». Es un área en la cual reside frecuentemente nuestra ceguera postural, debido a la percepción que se ha (mal)acostumbrado. En la mayoría de los entornos urbanos, con superficies homogeneizadas, no hay nada que estimule la curiosidad. Al contrario, queremos separarnos de ese contacto duro e implacable. Lo que sucede normalmente es que esa dura superficie crea demasiado feedback, de manera que sentimos en exceso nuestro cuerpo y todas las historias sin resolver que llevamos en él. Sin saber cómo gestionar esto, normalmente nos abstraemos de alguna manera, a menudo hacia la salvación ilusoria que nos proporciona nuestra cabeza. Cuando nos evadimos de ese contacto, de nuestra relación momento a momento con el suelo, las respuestas más comunes son colapsar, sobreestabilizar, o una combinación de ambas. ¿Cómo puede saber nuestro cuerpo cómo reaccionar si no recibe la información? Nuestra relación con el suelo es una parte fundamental de nuestro sistema para verificar lo que es real. Algo que necesitamos para saber lo que nos pertenece y lo que no, lo que es pasado, presente y futuro, e incluso para saber quiénes somos.
Responder repetidamente de forma inalterable ante esta básica manifestación de lo que es estar en relación puede tener repercusiones en todas nuestras relaciones. Por lo que no estamos hablando solo de equilibrio y del sistema postural, sino también de implicaciones en nuestra respiración, en el mecanismo de soporte del core, y en lo que nos sostiene durante las aventuras y desafíos de nuestra vida.
Busca oportunidades para permitir que el suelo bese tus pies, caminando descalzo, en un entorno que no sea demasiado desafiante al principio. Tomará tiempo y será necesaria cierta regularidad para que tenga efecto, pero será difícil que encuentres otro efecto más profundo.
¡Aprovecha tus pies y tu mente te lo agradecerá! Son tan valiosos como lo es nuestra relación con el mundo. Déjalos salir de los confines de tus zapatos y que den la bienvenida al mundo.
Deja tu comentario